Hemos querido que nuestro último Blog del año 2013 sea especial, diferente, un poco a modo de celebración y también porque lo queremos dedicar a un formato que hemos mimado desde el primer día y que ahora, en pleno regreso de la estereofonía, vuelve apoyado por la tecnología más avanzada y un punto romántico que lo hace más atractivo que nunca. Sí, nos estamos refiriendo al disco de vinilo y la singular “galaxia” -o “ecosistema”, por utilizar un término más de moda- que hay detrás. Una galaxia plasmada en una caja de sorpresas que pese a su aparente tosquedad formal guarda en sus intimidades unos niveles de refinamiento que en su máxima expresión pueden llegar a ser alucinantes y, lo más importante, hacer posible un sonido con una expresividad y una humanidad que para muchos todavía no ha logrado alcanzar el no va más en sonido digital. Así que en estas líneas vamos a intentar dar unas cuantas pautas para que quien haya descubierto –o quiera redescubrir- el disco de vinilo y no sepa cómo actuar para integrarlo con éxito en su equipo de reproducción sonora tenga claras las ideas de base y, a la vez, pueda llevarlas a buen puerto en compañía del particular y bien surtido “ejército analógico” de Sarte Audio Elite.
La esencia: rotación estable, cero vibraciones
Sobre el papel, un giradiscos no es gran cosa, pero si queremos que la música contenida en un disco de vinilo sea reproducida con toda su riqueza de matices las coordenadas en las que nos vamos a mover se “complican” un poco, lo que significa que hay unos mínimos innegociables cuyo respeto es fundamental para que todo llegue a buen puerto.
¿Qué necesitamos? De entrada, un plato que gire a la velocidad correcta, es decir 33 ó 45 revoluciones por minuto o rpm (está también la opción de 78 rpm, en principio muy poco habitual), lo que nos lleva a un motor de calidad porque interesa que dicha velocidad sea exacta. Esto implica a su vez un sistema de rotación mecánico bien construido, y por tanto, con un eje y unos cojinetes bien mecanizados. Asimismo, el plato propiamente dicho y sobre el que descansa el disco deberá estar construido de tal modo que su distribución de masas sea perfecta y facilite esa estabilidad en la rotación.
Luego tenemos el brazo de lectura, responsable de que el elemento transductor que convierte las oscilaciones en el interior del surco de cada disco en una señal eléctrica susceptible de ser tratada posteriormente por los circuitos adecuados (el preamplificador o la sección de fono de un amplificador integrado) realice su trabajo en las mejores condiciones posibles. Dicho elemento transductor es la cápsula fonocaptora –o cápsula a secas- y de su perfecto posicionamiento en el disco (que a su vez está íntimamente relacionado con el montaje, los ajustes y la calidad intrínseca del mencionado brazo) dependerá que la “captura” de la música grabada se lleve con la calidad requerida. Luego, ya para finalizar, tenemos la conexión a la electrónica que tratará la señal obtenida, una conexión que en algunos casos procederá directamente del brazo de lectura y en otros podrá realizarse a través de un cable de nuestra elección al haberse dispuesto conectores específicamente pensados para ello. Resumiendo, ¿qué tenemos? Pues un plato, un brazo y una cápsula montados en una estructura que, como mandan los cánones de la reproducción sonora de alta calidad, deben estar completamente aislados de su entorno para concentrarse en su tarea y enviar de este modo una señal impoluta, sin interferencias externas, a la electrónica encargada de tratarla –en realidad “descifrarla”- y posteriormente amplificarla.
Una cuestión de refinamiento
Si reflexionamos seriamente sobre lo que acabamos de decir, parece lógico pensar que el nivel de “complicación” que puede llegar a alcanzar un sistema de lectura analógica es virtualmente ilimitado, sobre todo, si queremos llevar hasta sus últimas consecuencias la idea de reproducción musical en Alta Fidelidad. Veámoslo rápidamente, aunque también con un poco de talle, punto por punto:
1-Plato: A más masa, más inercia y por tanto mayor estabilidad. Por otro lado, puesto que la transmisión de posibles vibraciones por vía mecánica influye sin lugar a dudas, y para mal, en el sonido, es importante que la composición del plato sea lo más “neutra” posible desde el punto de vista mecanoacústico, lo que nos lleva a combinaciones de materiales que en los casos más extremos pueden ser muy especiales y costosas.
2-Brazo: Por el motivo antes expuesto, el brazo debe ser lo más “neutro” y posible para que su estructura física no “contamine” la delicadísima señal captada por la cápsula (unas pocas décimas de milivoltio en los casos más críticos). Por otro lado, el brazo debe ser lo más rígido y preciso posible para que el seguimiento del surco se realice con el menor error de lectura posible, que siempre lo hay, la excepción son los brazos tangenciales, poco utilizados como consecuencia de problemas de ingeniería todavía no resueltos. A su vez, es crucial que se minimice cualquier posible transmisión de vibraciones entre el brazo y el resto del sistema de lectura porque las consecuencias pueden ser fatales.
3-Cápsula fonocaptora: La “joya” de la lectura analógica puede ser desde relativamente sencilla hasta extraordinariamente compleja y delicada. Al primer grupo pertenecen las cápsulas de imán móvil o MM y al segundo las de bobina móvil o MC, siendo las primeras menos resolutivas que las segundas pero a la vez más fáciles de integrar en cualquier equipo como consecuencia de su superior señal de salida (aunque también hay modelos MC con salida alta que pueden utilizarse con las siempre más sencillas electrónicas destinadas a sus homólogas MM). La diferencia la marcan, en este caso, el tipo de fabricación –industrial, manual- y la calidad de los materiales empleados, así como la “arquitectura” concreta de cada diseño.
4-Base o plinto: El conjunto que soporta el plato y el brazo es fundamental por cuanto es el encargado de que la totalidad del sistema se aísle de su entorno. De nuevo, el abanico de niveles de complejidad posible es muy amplio, abarcando desde un simple bloque de aglomerado de densidad media (MDF) hasta complejos esquemas de suspensión por muelles, neumáticos o hidráulicos e incluso magnéticos (¡sí, el mismo esquema de levitación que utilizan algunos trenes de super-alta velocidad!), todo ello sin olvidar que algunos modelos incorporan también un sistema de succión del disco mediante bomba de vacío. Como ven, el diseñador y el usuario exigentes tienen mucho donde elegir… con la correspondiente repercusión en el precio final, claro.
5-Tracción y motor: OK, un plato equilibrado dinámicamente y un sistema de giro con un rozamiento mínimo (virtualmente nulo en los sistemas basados en levitación magnética) son fundamentales para conseguir una rotación estable, pero sin un motor que gire a la velocidad que debe girar sirven para bien poca cosa. Esto nos lleva a los sistemas de tracción, es decir, de arrastre del plato, que fundamentalmente son dos: por correa (el más utilizado) y los llamados “de tracción directa”, que omiten la correa y en su momento fueron muy utilizados,pero que en el mundo de los puristas se convirtieron en poco menos que unos ”apestados” como consecuencia de sus perniciosos efectos (interferencias de tipo eléctrico) en la señal de audio.
Con el paso de los años, la tecnología ha permitido superar estos inconvenientes, como lo atestiguan los sistemas de tracción directa empleados por nuestras representadas Pro-Ject (sólo en el modelo superior), Brinkmann y Transrotor. Por otro lado, sobra decir que si el motor lo ubicamos en un bloque independiente con tratamiento anti-vibraciones y lo situamos fuera del giradiscos propiamente dicho ganaremos en preservación de la pureza de la señal. Y si además el sistema de giro está controlado electrónicamente con la ayuda de un cristal de cuarzo de alta precisión conseguiremos corregir, y además en tiempo real, cualquier posible deriva en la velocidad de rotación motivada, por ejemplo, por una variación brusca de la tensión de red y/o la presencia de parásitos en la misma.
6-Ajuste fino: Una vez debidamente combinados los elementos reseñados, cabe la posibilidad de rizar aún más el rizo ubicando el conjunto en un mueble especialmente diseñado para ello, y por lo tanto, de gran masa, compuesto (tanto la estructura general como las baldas y los elementos que las soportan) por materiales acústicamente inertes (o una combinación de diferentes materiales diseñada para conseguir tal objetivo) y equipado con sus pertinentes puntas de desacoplo. Y no hay que olvidar el cable de conexión en aquellos sistemas que contemplen tal posibilidad, así como los dispositivos para prensar el disco y lograr que esté perfectamente plano (en este caso, nada como una buena bomba de vacío, aunque hay esquemas de prensado mecánico muy interesantes).
Una relación que viene de lejos
Presuponemos que con todo lo que acabamos de decir queda meridianamente claro que las opciones de que dispone quien quiera añadir (o renovar) un lector de discos de vinilo a su equipo son tantas como permitan sus deseos/exigencias y, por supuesto, su bolsillo.
Fieles a nuestros orígenes y filosofía, siempre hemos reservado un espacio muy especial a los amantes de la reproducción musical con discos de vinilo. Seleccionando los mejores sistemas de lectura analógica del mercado mundial en diferentes gamas de precio, hemos hecho posible que, incluso en estos tiempos de absoluto dominio del sonido digital, la magia de las grabaciones analógicas pueda estar al alcance de quienes desean explotar hasta sus últimas consecuencias las inmensas posibilidades sonoras del más entrañable –y siempre sorprendente- de los soportes musicales de alta calidad.
Nuestra particular apuesta por lo que muchos aficionados llaman aún “sonido analógico” se materializa en una muy elaborada selección de giradiscos de las firmas Pro-Ject (austríaca), Brinkmann (alemana), Transrotor (también alemana) y Continuum Audio Labs (australiana), a las que se añaden las cápsulas de la holandesa van den Hul y la japonesa Sumiko.
De Pro-Ject puede decirse que constituye el punto de partida perfecto para entrar en el universo del vinilo dado que, gracias a una filosofía basada en la obtención de la mejor calidad posible por un precio muy competitivo, los ingenieros de la marca austríaca han conseguido poner a punto una muy bien pensada gama de modelos en la que todo, desde el plato giradiscos propiamente dicho hasta el brazo de lectura e incluso el previo de fono, ha sido diseñado y construido “en casa”. Inumerables veces premiada por ello consigue, con gran diferencia, la mejor relación calidad/precio del mercado.
De este modo, con un producto tan sencillo como el Debut Carbon OM10 (que se suministra con cápsula fonocaptora incluida) es posible alcanzar unos niveles de calidad sonora envidiables, mientras que con uno de tipo intermedio como el 2Xperience Classic o el 6perspeX la riqueza armónica y espacial del sonido se expresa con una majestuosidad absolutamente deslumbrante.
El siguiente nivel cualitativo se plasma en los modelos de la “serie” RPM, en las que el empleo de soluciones muy ingeniosas para conseguir el máximo nivel de desacoplo mecanoacústico lleva la precisión de la restitución y la construcción de escenas sonoras hasta unos niveles dignos del más genuino High End. Éste es el caso, por ejemplo, del plato de material acrílico con prensador del disco, el uso de un eje invertido de alta precisión los conos de aluminio o el bloque motor separado del cuerpo central que del sensacional RPM 9.2 Evolution.
El siguiente nivel lo encontramos en realizaciones como el RPM 10.1 Evolution y los ya decididamente exclusivos Xtension Classic en sus distintas variantes, para llegar hasta el que ahora mismo es el “summum” de Pro-Ject: el opulento modelo Signature, equipado con levitación magnética del plato, entre otros refinamientos relevantes.Puede decirse, con permiso de los modelos “top” de Pro-Ject, que donde finaliza la propuesta de la marca austriaca comienza la de Transrotor, una compañía que ha conseguido convertir sus diseños en auténticos objetos de deseo para los puristas de la reproducción musical “analógica” de todo el mundo.
Concebidos y construidos sin ningún tipo de compromiso, los modelos de esta muy audiófila compañía alemana en la que la calidad de los materiales y la fabricación artesanal asistida por instrumental avanzado adquieren el rango de dogma, permiten explorar los surcos de los discos de vinilo con una capacidad de análisis y un sentido del equilibrio difíciles de superar. Otra constante de Transrotor es el empleo de brazos de lectura construidos a medida -siguiendo estrictas especificaciones de la firma alemana- por fabricantes de renombre mundial, aunque todos los modelos están disponibles sin brazo.
Así, el minimalista pero impactante Dark Star combina tracción por correa, motor independiente, un seductor acabado cromado y un brazo de lectura de muy alta calidad, mientras que el fastuoso Tourbillon FMD sitúa el concepto de fascinación estética, refinamiento tecnológico y sensación de lujo en sistemas de lectura analógica al más alto nivel. Un nivel superado únicamente por el sublime Artus, espectacular síntesis del saber hacer de Transrotor en materia de giradiscos y una de las actuales referencias absolutas entre los productos de su clase gracias a su opulencia física y la elegancia de las soluciones tecnológicas que incorpora. Una joya al alcance de unos pocos.
En cierto modo situada entre Pro-Ject y Transrotor, encontramos a Brinkmann, una compañía cuyos productos reflejan como pocos el sentido de la discreción y la austeridad que caracterizan a muchas realizaciones alemanas “de toda la vida”. Aquí no hay cromados ni terminaciones deslumbrantes, pero sí rigor conceptual y tecnología punta en cada detalle con el fin de que la forma esté en todo momento al servicio de la función. Una filosofía que percibimos en todos y cada uno de los giradiscos y brazos de lectura de la marca, desde el “sencillo” –en realidad ya un producto de referencia- modelo Bardo hasta el poderoso Balance, pasando por el ultramoderno –aunque con una estética muy clásica- Oasis y el exclusivo LaGrange. Además, Brinkmann ofrece un “plus” de refinamiento que influye directamente en la personalidad del sonido final: la posibilidad de sustituir la fuente de alimentación a transistores que se suministra de serie con sus giradiscos por una equipada con válvulas de vacío.
La “explosión final” en lo que a nuestra propuesta en materia de lectura analógica se refiere se plasma, con permiso de los modelos superiores de Transrotor, en dos extraordinarias realizaciones firmadas por la australiana Continuum Audio Labs. Se trata del modelo Caliburn, que en combinación con el brazo Cobra y el mueble Castellon (más una fuente de alimentación y una bomba de vacío hechas a medida) constituye el que para muchos es el mejor –en todos los sentidos- giradiscos actualmente disponible en el mercado mundial y una de las realizaciones de su clase más innovadoras y tecnológicamente sofisticadas jamás creadas. En un nivel de precio sensiblemente inferior, pero con una concepción y una tecnología muy similares se sitúa el modelo Criterion en combinación con el brazo de lectura Copperhead, una fuente prodigiosa por el carácter “líquido” que aporta al sonido y la excepcional componente humana, de “directo”, con que reproduce la música grabada.
Cápsula fonocaptora: el ajuste fino más versátil… ¡y definitivo!
Fundamental a la hora de completar la labor del sistema formado por giradiscos y brazo de lectura, la cápsula fonocaptora es, como decíamos anteriormente, la responsable última de que toda la información contenida en los discos de vinilo sea extraída adecuadamente y enviada sin ninguna interferencia ni colaboración a los delicados circuitos de preamplificación de fono que, a su vez, elevarán su nivel para que puedan atacar la sección de salida del amplificador de potencia utilizado.
De la importancia de la cápsula fonocaptora habla alto y claro la siguiente reflexión, fruto a su vez de un sinnúmero de experiencias en nuestras salas de escucha durante varias décadas: cualquier equipo de cualquier nivel que incluya un giradiscos se transforma literalmente en otro (no necesariamente mejor ni peor) si le cambiamos la cápsula.
Nuestra selección, en este campo, se concreta en los diseños de Sumiko y van den Hul (sin olvidar los sencillos modelos que incluyen de serie algunos giradiscos básicos de Pro-Ject).
De Sumiko hay que destacar especialmente el atractivo precio y la excepcional capacidad de análisis de todos sus modelos, tanto de imán movil (MM), como de bobina móvil (MC). Así, desde la muy asequible Oyster (apenas unas pocas decenas de euros) hasta la impactante Palo Santos Presentation, pasando por la Black Pearl, la Pearl, la Celebration II o la Blue Point Special EVO III, nos encontramos con unos diseños cuya flexibilidad les permite adaptarse a cualquier conjunto brazo/cápsula para obtener una increíble cantidad de información por precio imbatible.
Con van den Hul, el diseño de cápsulas fonocaptoras alcanza la categoría de obra de arte gracias a una amplia y muy reflexionada gama de modelos –todos ellos de bobina móvil- que ofrece a los aficionados la posibilidad de llegar al olimpo de la reproducción sonora a través de los discos de vinilo, dado que cada diseño es una referencia absoluta dentro de su categoría. El punto de partida se llama DDT-II Special, a que le siguen las ya legendarias, por su excepcional longevidad comercial, MC 10 Special, MC One Special y MC Two Special. A partir de ahí, el delirio, comenzando por las dos versiones de los modelos The Frog terminando con la mítica familia Grasshopper III. Encontramos aquí detalles constructivos tan relevantes como el empleo –en función del modelo- de conductores de oro/plata con estructura monocristalina o imanes de neodimio o Alnico que permiten obtener unos resultados únicos en términos de dinámica, transparencia, capacidad de análisis de microinformaciones o separación entre canales. Para quienes busquen el no va más, van den Hul ha creado el modelo Colibrí, una referencia absoluta fruto de un reto personal del fundador de la compañía y, para nosotros, la mejor realización de su clase existente sobre la faz de la tierra.
¡Y aún se puede afinar más, mucho más!
El siguiente paso, cuyo tratamiento dejamos para otro Blog, hay que buscarlo en la electrónica que reciba la señal captada por la cápsula porque, evidentemente, de nada sirve la máxima sofisticación por un lado si en el extremo receptor las cosas no están a la altura. ¿Qué niveles tenemos aquí? Pues los que podemos encontrar en otros componentes de audio que realizan funciones de tratamiento de la señal, aunque aquí se trata con tensiones eléctricas muy bajas y, por lo tanto, sensibles a la más mínima influencia externa. Resumiendo, el punto de partida lo encontramos en la sección de fono de aquellos amplificadores integrados/preamplificadores que la incorporan (las hay muy sencillas que sólo admiten cápsulas de imán móvil y otras muy elaboradas) y el punto final en las electrónicas específicamente diseñadas para tratar con señales de fono. Éstas están equipadas con un amplio número de reglajes (impedancia, ganancia, capacitancia) orientados a conseguir la perfecta adaptación de la señal procedente del giradiscos. Unas electrónicas que, además, pueden utilizar transistores, válvulas de vacío (o ambos dispositivos) y, por supuesto, incorporar fuentes de alimentación separadas.