La capacidad de fascinación de una referencia verdaderamente democrática
Muy a menudo, la pasión por lo absolutamente mejor –y, por desgracia, casi siempre fuera del alcance del aficionado de a pie- de quienes amamos la reproducción del sonido y la imagen hace que perdamos de vista no sólo lo que se ha convenido en llamar “el mundo real”, sino incluso productos que, además de ser francamente asequibles, ofrecen unas prestaciones prodigiosas.
Cierto es que tales productos no abundan, pero su número va en aumento por múltiples razones, crisis económica incluida: la búsqueda constante del mejor precio en todo, la mejora indiscutible de las economías de escala (que permite a los fabricantes ofrecer más por menos sin sacrificar calidad), la necesidad imperativa de seducir a las nuevas generaciones de aficionados con productos menos “cool” que “smartphones” y tabletas, pero, en el fondo, igualmente capaces de proporcionar grandes satisfacciones o el sencillo redescubrimiento de productos que “estaban ahí” y ahora se ofrecen con una perspectiva que los hace más atractivos.
Uno de estos productos es el giradiscos Debut Carbon OM10 de Pro-Ject, una firma austriaca cuya visión comercial e intuición para captar por donde van las tendencias del mercado en lo que tecnología de gran consumo se refiere –en este caso aplicada la reproducción de la música- la han convertido en un referente para quienes buscan originalidad, sofisticación, diseño, calidad de fabricación, calidad sonora y precio a partes iguales. La cuadratura del círculo, para entendernos.
No es el Debut Carbon OM10 el modelo de más alta gama de Pro-Ject; ni tampoco el más asequible. Aún así, se sitúa de lleno en lo que la crítica anglosajona denomina “entry level” (léase “puerta de entrada”) en materia de giradiscos. Para entendernos, lo que un melómano deseoso de introducirse en el mundo del sonido “analógico” vía disco de vinilo debería considerar para entrar con buen pie en la Alta Fidelidad más tradicional (y, por el momento, más musical).
Hablábamos antes de economías de escala, un concepto que se ajusta como anillo al dedo a los atributos del Debut Carbon OM10 por la sencilla razón de que permite a un giradiscos de poco más de 300 euros (330 para ser exactos) incorporar una serie de refinamientos –tanto conceptuales, como tecnológicos y de calidad de los materiales empleados- introducidos en su momento y contrastados durante largos años en las gamas superiores de Pro-Ject (superiores, sí, aunque siempre manteniendo la excepcional relación calidad/precio que constituye la seña de identidad de la marca). Y así nos encontramos con un producto que ha merecido potentes reconocimientos por parte de aficionados y crítica especializada de todo el mundo. Un producto precioso gracias a la perfección de sus acabados y a una estética minimalista de líneas muy puras que le proporciona un sugerente plus de atemporalidad; de hecho, incluso el botón de puesta en marcha no está a la vista, sino debajo del lateral izquierdo… una pequeña concesión de la función en favor de la forma, pero que el aficionado exigente valorará. Hemos utilizado la palabra perfección.
Sí, perfección interpretada con modestia y sentido de la humildad porque no hay que olvidar que el modelo Debut original se comercializó a finales de la década de los 90’ del siglo pasado y desde entonces ha llovido mucho tecnológicamente hablando. Esto nos lleva a una de las claves de este sorprendente y fascinante producto: la palabra “Carbon” que acompaña a “Debut” y que hace referencia al uso de fibra de carbono en el cuerpo principal –es decir, el tubo- del brazo que incorpora, un refinamiento inusual –por no decir impensable- en un giradiscos tan asequible. Con una longitud efectiva ligeramente inferior a 22 cm (8’6 pulgadas) y una masa efectiva de 6 gramos, el brazo del Pro-Ject es un descendiente directo de los celebrados diseños de la reputada gama RPM, que combina un equilibrado dinámico perfecto (con sistema antideslizamiento por contrapeso suspendido en un cable de nylon), una rigidez excepcional y una espectacular flexibilidad en términos de compatibilidad con la cápsula fonocaptora. En este sentido, hay que señalar que las siglas OM10 de este giradiscos hacen referencia a la cápsula que se suministra de serie con el aparato, el sencillo pero solvente modelo de imán móvil y aguja esférica OM10 de la danesa Ortofon, a su vez, una de las leyendas vivas del audio analógico de todos los tiempos.
De esta flexibilidad hablaremos nuevamente más adelante porque ahora toca continuar con la descripción técnica del Pro-Ject. Y así llegamos a un plato metálico de gran neutralidad acústica (recubierto por una esterilla que ayuda lo suyo al respecto) y de mayor masa –lo que significa más inercia y, por tanto, más estabilidad de rotación- y un motor de tracción que descansa sobre una suspensión de Sorbothane, un material sintético caracterizado por su capacidad para absorber vibraciones y que contribuye a estabilizar el arrastre (por correa) del citado plato. Añádase a todo ello un chasis de alta densidad y peso medio perfectamente desacoplado de la superficie de soporte y descubrimos que, como en un buen cóctel, los ingenieros de Pro-Ject han conseguido con nota que el todo supere la suma de las partes.
Conectado a un amplificador integrado sin pretensiones, pero bien diseñado y construido como es el Marantz PM7004 y una pareja de cajas acústicas Sonus faber Toy Tower, el Debut Carbon OM10 deslumbra por la frescura y la agilidad que aporta. De hecho, da casi la impresión de que “empuja” a la música para que se exprese con la vitalidad que uno asocia (y en el fondo exige) a cualquier interpretación en vivo, todo ello rematado por una excelente capacidad de análisis, una gama media muy bien articulada –aquí el uso de la fibra de carbono en el brazo se hace notar- y, como corresponde a todo giradiscos que se precie, unos graves profundos, bien controlados y, ¡atención! virtualmente libres de coloración (subgraves, efecto Larsen y compañía… se agradecerá en este sentido colocar el Pro-Ject –como hicimos nosotros- en un mueble o base específicamente diseñado para componentes de audio).
Bien, asimismo, la presentación espacial, con una escena sonora correctamente dimensionada y libre de constricciones que, no obstante, variará en función del amplificador y las cajas acústicas empleadas. Pero ya se sabe que el giradiscos es uno de los componentes de audio más agradecidos jamás creados, porque con la simple sustitución de la cápsula por otra tenemos simple y llanamente un equipo diferente: y esto vale tanto para la combinación utilizada en este caso como para una de medio millón de euros (no exageramos: lo hemos comprobado). Así que, ni cortos ni perezosos, cambiamos la Ortofon OM10 por una Sumiko Pearl (aguja elíptica) con sus cien buenas horas de rodaje a cuestas (tema fundamental si no queremos aristas en las zonas media y alta ni sequedad en los graves) y nos ponemos en marcha. Primera mejora: los graves son más precisos, digamos que se nota una mayor pegada. Segunda mejora: la escena sonora se abre un poco más, sobre todo en altura. Se percibe también algo más de riqueza armónica en general (sobre todo en la parte alta, como es norma en las cápsulas japonesas) y por lo tanto de musicalidad global. Todo ello en el contexto de una muy baja coloración y, muy importante en un giradiscos, un ruido de fondo apenas perceptible. En suma, excelencia democrática en estado puro a todos los niveles y, por encima de todo, una excusa irresistible para descubrir el mejor sonido analógico –¡el LP lleva ya 65 años entre nosotros!- en pleno apogeo del audio digital de alta calidad sin soporte físico.