Sólo unas pocas marcas especializadas en audio doméstico de alta calidad tienen el privilegio de mantenerse en la “primera división” del mercado mundial durante más de medio siglo. Una de ellas es la californiana JBL, que además de figurar permanentemente en la cúspide tanto del High End doméstico como del profesional, se puede permitir lujos como la puesta a punto de versiones actualizadas de algunos de sus modelos más recordados.
Es el caso de la L100, una caja acústica que vio la luz por vez primera en 1970 y que acaba de ser minuciosamente puesta al día, aunque sin tocar sus esencias, en la forma de la L100 Classic, un producto que nos ha seducido por la naturalidad y agilidad de su sonido y por su versatilidad extrema pese sus relativamente compactas dimensiones.
Una leyenda del audio doméstico y profesional nacida en 1946
Son muy pocas las compañías que pueden alardear de una posición privilegiada en cajas acústicas destinadas a entornos tan dispares como un cine doméstico, un cine profesional, una discoteca, un estudio de grabación o un espacio doméstico de prestigio. La estadounidense JBL, siglas de James Bullough Lansing, su fundador, es una de ellas, siendo la receta de su éxito relativamente simple, al menos sobre el papel: apuesta temprana por la I+D al máximo nivel y fabricación del que sin duda es el componente fundamental de toda caja acústica, léase el altavoz.
Como consecuencia de ello, a JBL se le deben algunos de los transductores y cajas acústicas más celebrados de la historia del audio, con modelos que en países como Japón gozan del status de objetos de culto. Integrada en la división de productos de audio de lujo del Grupo Harman bajo el nombre JBL Synthesis, la división de High End de JBL exhibe un dinamismo extraordinario, con modelos que van desde la muy sofisticada y elitista Project Everest DD67000 hasta la increíblemente lograda L100 Classic, a la que dedicamos el presente Blog.
Clásica hasta el tuétano, revitalizada con tecnología de vanguardia
Elegante, más bien atemporal…como corresponde a una caja acústica que el año que viene celebra 50 años de su salida al mercado. De hecho, si echamos un vistazo al modelo original –su nombre exacto era L100 Century- resulta obvio que a nivel estético la L100 Classic es prácticamente idéntica. Y decimos prácticamente porque hay diferencias en, por ejemplo, la ubicación de los atenuadores de agudos y medios. Asimismo, se mantiene la conexión en monocableado, una decisión que tiene su lógica porque en el caso de admitir el cableado la L100 Classic renunciaría en cierto modo a la que sin duda es una de sus principales señas de identidad: los atenuadores antes mencionados, responsable de la “L” que acompaña al “100”.
Entrando ya en materia, pocos misterios habría en la configuración electroacústica de base (diseño bass-reflex, con puerto de emisión frontal, de tres vías y tres altavoces) si no fuera por la inmensa clase de los altavoces empleados, todos ellos diseñados y construidos por JBL. En primer lugar tenemos un tweeter de cúpula de titanio de 25 mm que en combinación con una guía de onda y una lente acústica dedicadas permite no sólo un mayor grado de uniformización en la distribución espacial del sonido, sino también una integración sin fisuras con el altavoz de medios, a su vez un diseño que monta un cono de celulosa pura de 130 mm revestido de polímero. Pero el que sin duda es el transductor de la L100 Classic que más recuerda al modelo original es el imponente woofer con cono de celulosa pura de 300 mm de diámetro y chasis de fundición JW-300PW-8, una verdadera obra maestra de la ingeniería electroacústica.
“L-pad”: un sistema de ajuste fino que permite marcar diferencias
JBL define a la L100 Classic como una caja acústica de estantería, aunque sus dimensiones sugieren un comportamiento óptimo cuando son montadas en sus soportes de pie dedicados JS-120. Unos soportes no sólo muy elegantes y prácticos, sino también muy bien pensados, gracias a su particular diseño por cuanto inclinan ligeramente el recinto afinando de este modo la respuesta en fase y por tanto la escena sonora obtenida, mejorando en consecuencia la presentación espacial del sonido.
La guinda de la L100 Classic, cuyo recinto combina un panel frontal de 25 mm de grosor con refuerzos internos y la inconfundible rejilla protectora de espuma Quadrex, la ponen los dos atenuadores de tipo “L-pad” que figuran en el panel frontal. Un “L-pad” es un tipo de divisor de tensión específico para circuitos que dependen de la frecuencia. En el caso de la JBL, los citados atenuadores permiten al usuario, mediante la combinación de resistencias conectadas en serie y en paralelo, ajustar el nivel de volumen relativo de los altavoces agudos y medios sin tocar la impedancia global. Gracias a ello, se consigue una curva tonal muy equilibrada –casi perfecta a nivel subjetivo si utilizamos los soportes de suelo dedicados- con todo tipo de géneros musicales, siendo a la vez posible modificarla a voluntad en función de las condiciones de escucha o nuestros gustos personales.
Sonido genuinamente americano con un poderoso toque de refinamiento
En principio, los 90 dB de sensibilidad y los 4 ohmios de impedancia nominal de la L100 Classic no suponen un gran inconveniente a la hora de amplificarlas, aunque por otro lado el nivel de esta caja acústica exige atacarla con una electrónica lo menos limitada posible. Es por ello que decidimos realizar las pruebas de escucha de la JBL con un equipo realmente espectacular formado por las etapas de potencia monofónicas REF 160, el previo de línea REF6 y el preamplificador de fono PH9, todos ellos de Audio Research.
Para la lectura de vinilos optamos por un giradiscos Brinkmann Spyder equipado con dos brazos de la misma marca y cápsulas de bobina móvil de la danesa Ortofon. El cableado, Transparent Ultra de 5ª Generación.
Las JBL gustan desde el primer momento como consecuencia de una notabilísima ausencia de agresividad en la zona más alta del espectro. A partir de ahí, es fácil darse cuenta rápidamente que estamos delante de un diseño muy depurado que tiene la virtud de combinar el nervio y la decisión de las creaciones estadounidenses con la finura de las mejores cajas acústicas europeas. Así, la imagen sonora creada exhibe una amplitud fantástica, hasta el punto de que uno se olvida rápidamente de la ubicación de las fuentes de difusión del sonido en provecho de la imagen sonora propiamente dicha, que se extiende y posiciona con innegable majestad.
Por su parte, la profundidad de los planos sonoros se ajusta desplazando las cajas hacia delante/detrás, percibiéndose cambios importantes en función de las tomas de sonido correspondientes a cada grabación, algo que sin duda denota un mantenimiento riguroso de la fase acústica. De imponente cabe calificar asimismo la extensión de la curva de respuesta en frecuencia subjetiva, que abarca desde el extremo grave que podríamos llamar “real” (es decir el que de verdad está contenido en las grabaciones musicales) hasta los más sutiles matices de alta frecuencia, estos últimos restituidos con una elegancia y un respeto por los detalles absolutamente extraordinarios y por tanto con una total ausencia del más mínimo atisbo de exageración. El punto de distinción final lo pone la increíble capacidad de ajuste de los “L-pads”, auténticos “ecualizadores” acústicos que demuestran la inteligencia de los diseñadores de la L100 original.