
Es un dilema clásico a la hora de completar un sistema de Alta Fidelidad o Cine en Casa, independientemente de cuál sea su precio, y además por muchos motivos. En primer lugar, porque a menudo el potencial comprador no tiene claro lo que quiere o sencillamente desconoce la diferencia entre las opciones disponibles, y en segundo lugar porque en el momento de tomar la decisión de compra definitiva pesan no sólo los factores objetivos, sino también los subjetivos/emocionales.
En el presente Blog explicaremos la diferencia que hay entre los altavoces de estantería/montaje sobre soportes, también conocidos como monitores (en este caso habría que realizar algunas matizaciones), y sus homólogos de suelo, también llamados columnas e incluso torres. Puesto que al final lo que importa es el sonido (en lo cualitativo y en lo cuantitativo) y la integración en el espacio de escucha del que dispongamos, todo es cuestión de conocer lo que hay detrás de cada concepto.
Conocer las diferencias clave para elegir sin equivocarse
A grandes rasgos, hay en la diferenciación entre altavoces de estantería y de tipo columna dos elementos clave: el tamaño del recinto y, aunque no siempre, el número de vías. En paralelo, existe una categoría algo especial que podríamos denominar “supermonitores”, es decir, altavoces que por la forma de su recinto (el JBL L100 Classic o los Liinton y Elysian 2 de Wharfedale, por ejemplo) no han sido concebidos para ser colocados en el suelo, pero que por otro lado tienen unas dimensiones que dejan bien claro que tampoco han sido pensados para ser ubicados en una estantería. Efectuada la anterior puntualización, diremos que, por regla general, quien tiene en mente hacerse con una pareja de altavoces de estantería (se sobreentiende que compactos, a la vez que siempre susceptibles de ser ubicados sobre soportes de suelo) piensa en un sistema de reproducción musical o audiovisual en que el nivel de las prestaciones a obtener debe ajustarse a ciertos criterios de restricción de espacio.
En consecuencia, y dejando de lado a quienes busquen un monitor de estantería simplemente porque les gusta más este tipo de altavoz, es evidente que lo primero que deberemos considerar es el tipo de contenidos a escuchar. Así, si sólo nos interesa la reproducción estereofónica estándar, lo mejor es que establezcamos un baremo constituido fundamentalmente por el nivel de presión sonora del que deseamos disponer y la calidad (neutralidad, riqueza y precisión tímbrica) y extensión (principalmente en lo que hace referencia a la respuesta en graves) de la curva de respuesta en frecuencia. A todo ello habrá que añadir criterios de orden estético que nos llevarán a diferentes niveles de construcción y acabado, que influirán en mayor o menor medida sobre el precio final. En cuanto a la mencionada extensión de la respuesta en graves, un buen diseño debería ser capaz de restituir sin pérdidas ni distorsión frecuencias del orden de 60 Hz.
Por encima de todo, debería quedar bien claro que en lo que a tecnología se refiere que los altavoces de estantería de última generación no tienen nada que envidiar a sus homólogos de tipo columna, aunque por lo general el número de vías suele quedar circunscrito a dos y la potencia máxima admisible es inferior, a la vez que en ciertas situaciones y por motivos varios la adición de un subwoofer puede ser entre recomendable y obligatoria. Pasando a los altavoces de suelo, columna o torre, el primer elemento a destacar es que poseen una respuesta en graves extendida como consecuencia de un generalmente mayor volumen de recinto y, a menudo, de la presencia de dos o más woofers en vez de uno, solución equivalente a disponer de un sistema de dimensiones y prestaciones superiores. Las columnas también permiten lograr niveles de presión sonora elevados sin distorsión a lo largo de toda, o casi, la banda de frecuencias de trabajo. En lo que concierne a los graves, se juega además con la ventaja adicional de que el comportamiento de dos transductores de dimensiones moderadas suele ser más regular que el de uno de mayores dimensiones, puesto que éste los desplazamientos del cono son mayores y la inercia de los elementos mecánicos es superior.
Finalmente, el uso de recintos cada vez más estilizados y, por lógica, con el panel frontal muy estrecho permite por un lado minimizar las coloraciones debidas a posibles difracciones y por otro aumentar las prestaciones “espaciales” del conjunto, al mejorar la capacidad de “abrir” y, como resultado de ello, de llenar el espacio físico entre altavoces, cualidad que resulta del máximo interés tanto en Alta Fidelidad como Cine en Casa. Ya por último, hay que decir que un altavoz de dos vías puede ser perfectamente mejor que uno de tres vías que cueste lo mismo. Como en todo, manda la calidad de los ingredientes empleados, sin embargo, si el precio es un elemento secundario los altavoces de más alto nivel suelen utilizar configuraciones de tres vías.
El tamaño de la sala: fundamental pero no siempre determinante
Dejando aparte las consideraciones de tipo estético por cuanto tienen que ver única y exclusivamente con los gustos del usuario, el tamaño de la sala juega un papel esencial a la hora de elegir entre monitores compactos y columnas, pero si se dispone de poco espacio más que el tamaño de la sala propiamente dicho lo importante es la distribución de las dimensiones de la misma. Bien está en este sentido acudir a la física básica y recordar que la frecuencia más baja que podremos tener en una sala será aquella cuya semilongitud de onda “quepa” en la dimensión mayor de dicha sala. Así, para escuchar sin limitaciones un tono de 30 Hz necesitaremos que la distancia mínima entre nosotros y nuestros altavoces sea de 5’7 metros, una cifra ya considerable que no está al alcance de todo el mundo, aunque frecuencias tan bajas no suelen ser la norma en la inmensa mayoría de grabaciones musicales.
Así, pues, es mejor tener una sala de 3x4 metros que una de 3’5x3’5 metros o una una de 2’5x5 metros, ya que en este caso la distancia entre altavoces podría limitar la escena sonora. Otro elemento importante a considerar es la distancia a las paredes posterior y laterales con el fin de evitar posibles interacciones con las mismas (especialmente con la pared posterior si utilizamos altavoces bass-reflex con puerto trasero) susceptibles de colorear, vía resonancias, el sonido. Aquí siempre vale la pena hacer pruebas jugando en paralelo con la orientación hacia el punto de escucha, lo que resulta idóneo a la hora de “ajustar” la escena sonora. Todo esto vale tanto con altavoces de estantería como de suelo, en especial si los primeros están montados sobre soportes dedicados, es decir, que sitúan el transductor de agudos a la altura de nuestros oídos estando sentados en el punto de escucha.
Un buen altavoz tiene que ser todoterreno
Cierto es que a algunos altavoces se les da mejor la música clásica y el jazz y a otros el rock-pop o la música electrónica, pero lo cierto es que un altavoz bien diseñado debería atreverse con todo. Esto significa que las “preferencias” en cuestión tienen que ver en primer lugar con el diseño acústico en sí de cada modelo, que vendrá determinado por los imperativos de coste aplicados a los elementos que lo constituyen, es decir, transductores (tweeters, woofers), filtro divisor de frecuencias (aquí la calidad de bobinas, condensadores y resistencias es crítica) y recinto.
En segundo lugar, hay otro factor clave que por suerte cada vez es más tenido en cuenta: la sinergia, definida como la “relación” con el amplificador asociado, una relación que puede bien maximizar el potencial de un determinado altavoz bien echarlo por tierra. En este sentido, vale la pena recordar que es mejor tener un amplificador que vaya sobrado de potencia que lo contrario, por la sencilla razón de que con el segundo el sonido acabará distorsionando y en las situaciones más extremas incluso dañando los transductores de nuestro altavoz. Igualmente cierto es que hay altavoces más “ágiles/rápidos” que otros y en consecuencia más dinámicos, por lo que resultan más adecuados a la hora de reproducir ciertos contenidos (música amplificada y bandas sonoras cinematográficas, por ejemplo).
Marcas y modelos: un abanico espectacular
Optar por marcas con una trayectoria contrastada es sin ninguna duda el primer paso a dar en el momento de elegir el altavoz más apropiado para nuestra sala, nuestros gustos y nuestro presupuesto, por cuanto la relación calidad/precio al máximo nivel estará garantizada independientemente de lo que queramos pagar.
Hablamos de Boenicke, JBL, MartinLogan, Paradigm, Sonus Faber, Vienna Acoustics, Wharfedale o Wilson Audio, nombres de prestigio que proponen indistintamente monitores compactos y columnas y además para todo tipo de aplicaciones. A nuestra lista habría que añadir la británica REL Acoustics, dedicada en exclusiva a los subwoofers, estos últimos un complemento perfecto (en ocasiones esencial) si queremos tener graves contundentes cuando, por el motivo que sea, se haya optado por altavoces compactos.