Los mejores auriculares del mundo
Fecha 1 Diciembre 2016 Autor Juan Tags Final Audio

Absolutamente únicos 

Los Final LAB II son, literalmente, lo nunca visto. Y, además, serán muy pocos quienes podrán disfrutarlos puesto que se fabricarán sólo 200 unidades para todo el mundo. 

Combinan una belleza excepcional, una tecnología sin parangón en un componente de audio y un sonido comparable al de los mejores diseños supraaurales y circumaurales,  que impresiona por su espaciosidad -¡sí, en unos auriculares intraaurales!- y calidez, a lo que hay que sumar una definición extraordinaria y la virtual ausencia de esa sensación de fatiga, de “bombardeo” del oído con presión acústica, que en mayor o menor medida es consustancial a los diseños de su categoría.

 

Forma y función gestionados a un nivel superior

Puede afirmarse sin reservas que si ahora mismo echamos un vistazo a los auriculares intraaurales de alta calidad disponibles en el mercado mundial hay muy pocos modelos verdaderamente excelsos, a la vez que casi todos ellos comparten una misma concepción de base.

En consecuencia, los resultados también son en cierto modo similares, con buenos/muy buenos registros en parámetros como la respuesta en frecuencia, la definición y el nivel de presión sonora –a menudo más agresivo de lo que el lógico cuidado de nuestro aparato auditivo sugeriría- , pero más bien limitados en lo que concierne a la fatiga auditiva y a un parámetro esencial para quienes aman de verdad la música: la espacialidad o tridimensionalidad.

Lógicamente, también habría que preguntar si quienes escuchan música con auriculares intraaurales están interesados en obtener una escena sonora digna de tal nombre, pero no cabe la menor duda de que tal particularidad sería celebrada por más de uno. En cualquier caso, cuando hablamos de un producto absolutamente exclusivo que forma parte de una gama muy especial –LAB- cuyo lema es “crear cosas nunca vistas hasta ahora”,  y que además está firmado por una empresa que tiene la excelencia y la sensibilidad musical incrustadas en su ADN, deberemos reconocer que las variables de nuestra particular ecuación cambian de manera drástica.

Los LAB II son, más que unos auriculares intraaurales –que lo son-, una joya en el sentido literal de la palabra. Los vimos y escuchamos por primera vez en el certamen Múnich High End de este año y quedamos boquiabiertos por el concentrado de refinamientos que los han hecho posibles. De entrada, más de uno pensará, al contemplarlos, que a nivel de planteamiento son muy similares a los extraordinarios Piano Forte de la propia Final, y de hecho creemos que, en efecto, así es en lo que concierne a su peculiar forma –inspirada en la de instrumentos musicales del Japón antiguo- y a la calidad de su manufactura.

Pero aquí terminan las similitudes porque la belleza de los LAB II oculta un esfuerzo monumental a nivel de fabricación y, sobre todo, refleja esa obsesión de la excelencia por la excelencia, por ir siempre un poco más allá de lo que en un momento determinado se consideró insuperable, que caracteriza al High End en general y a la interpretación japonesa del mismo en particular. Esto nos lleva a la que sin duda es la parte más impactante de estos fabulosos auriculares: la estructura de doble malla abierta de titanio de sus cascos, una forma tan compleja que sólo puede obtenerse utilizando un tipo especial de impresora 3D que por el momento sólo existe en Japón por cortesía de NTT Data Engineering Systems, una empresa con una experiencia y unos conocimientos únicos en el campo del moldeado de metales mediante impresión 3D.

Para hacerse una idea de la complejidad que entrañó la fabricación de los citados cascos hay que saber que, de entrada, las formas metálicas moldeadas mediante impresión 3D no son las más adecuadas en términos de suavidad al tacto, lo que constituye un grave inconveniente a la hora de fabricar un producto. Con el fin de sortear dicho inconveniente, Final desarrolló un nuevo método de tratamiento químico que le permitió lograr unos elevados niveles de brillo sin precedentes en una forma de titanio obtenida mediante impresión 3D.

A nivel electroacústico, también los LAB II son excepcionales, hasta el punto de que en su planteamiento se tuvieron que afrontar desafíos muy notables porque, de entrada, la utilización de un transductor electrodinámico abierto de gran diámetro dificultaba obtener la extensión de la respuesta en frecuencia requerida en los extremos inferior y superior del espectro.

También aquí el uso de impresión 3D permitió encontrar la solución en la forma de un ecualizador mecánico, una forma imposible de crear empleando métodos convencionales y que en este caso permitió, situándolo entre el transductor y la mitad anterior del casco, mejorar de manera sustancial la respuesta a las frecuencias altas.

Por su parte, en la parte delantera de la mitad posterior de los cascos de los LAB II, que es completamente abierta, se ha incorporado un conducto destinado a prevenir que se produzcan interferencias en el sonido emitido por las zonas anterior y posterior del diafragma, mejorándose de este modo la respuesta a las frecuencias bajas.

Asimismo, la estructura de malla aplicada a la zona externa de los cascos permite crear un espacio muy pequeño entre el canal auditivo y los mismos, que contribuye a obtener una escena sonora muy natural.

De la complejidad y el increíble nivel de refinamiento de los LAB II habla también el hecho de que el altavoz que incorporan es un diseño electrodinámico de 15 mm de diámetro específicamente desarrollado para los mismos, así como un conector MMCX y un cable de muy alta velocidad de transmisión fabricado en OFC bañado en plata. Del citado cable vale la pena destacar que es el mismo que se utiliza en el supercomputador japonés más potente del momento y que consigue una velocidad de transmisión del orden del 95% de la de la luz.

¿Exceso de tecnología teniendo en cuenta que estamos hablando de transmisión de audio? No lo creemos a la vista de la particular operativa de Final y la especificidad de sus productos LAB, a la vez que la experiencia nos demuestra que en el High End absoluto el más mínimo detalle importa.

 

Un sonido cálido, preciso y muy bien estructurado

Pese a estar fabricados en metal, los LAB II sólo pesan 31 gramos, por lo que teniendo incluso en cuenta su atípica geometría, resultan muy confortables. Confortables en el sentido de llevárselos a cualquier lugar aunque no para hacer footing, por ejemplo. Por otro lado, sus 22 ohmios de impedancia y una sensibilidad de 110 dB/mW garantizan la plena compatibilidad con cualquier dispositivo portátil al uso.

En cualquier caso, para evaluar los que sin duda son los auriculares intraaurales más exclusivos jamás creados parece lógico ir más allá de un smartphone de alta gama y optar por el que en nuestra opinión es el mejor reproductor portátil de audio del momento –y también el producto de su clase más refinado y musical que haya visto la luz-, es decir, el modelo AK380 de Astell & Kern. De entrada hay que destacar que, una vez superado el contacto con el “frío metal” y pese a su muy heterodoxa forma, los LAB II encajan perfectamente con los oídos hasta el punto de resultar francamente cómodos. Mejor sentados que andando, pero lo cierto es que el diseño de los cascos y su notable ligereza contribuyen de manera sustancial a su confortabilidad y por lo tanto a su idoneidad para las sesiones de escucha de larga duración. ¿Y el sonido? ¡Palabras mayores, sí señor! Para empezar, porque desde el primer momento parece que los LAB II no sean unos auriculares intraaurales al uso. De entrada, porque no se insertan en el canal auditivo de un modo agresivo y a continuación porque tanto las dimensiones como la calidad del transductor empleado –en este caso electrodinámico y hecho a medida para Final- y, muy especialmente, la geometría de los cascos hacen que la música exhiba no sólo resolución y transparencia en grado sumo, sino también una fuerza y un impacto que son “tamizados” por un componente espacial que simple y llanamente no existe en muchísimos auriculares (entre ellos la totalidad de los intraaurales), sean del tipo que sean. Así, con los LAB II es posible escuchar una orquesta sinfónica en condiciones, algo que no tiene precedentes en ningún –repetimos: ningún- diseño de su clase, gracias a la sensacional aireación con que dotan al sonido, mientras que por otro lado tampoco hacen ascos a una buena pieza de música rock o indie. La curva de respuesta en frecuencia objetiva es esencialmente perfecta, con un grave y un extremo grave que, de nuevo, no son nada agresivos y unos agudos que, al igual que en los modelos supraaurales de Final, desprenden riqueza y cálida humanidad prácticamente con cualquier tipo de grabación.
Es difícil emitir un veredicto sobre los LAB II como consecuencia de su radical exclusividad y el elevado precio que ello comporta, pero desde luego nos atreveríamos a decir que, más que unos “simples” auriculares intraaurales de referencia absoluta, son una especie de prototipo de una nueva estirpe de auriculares que quizá en el futuro estén al alcance de un número mucho mayor de usuarios. Y, por supuesto, una joya.