
Una versión en miniatura de los legendarios “supermonitores” de estudio de la californiana JBL. Esta es la primera sensación que se desprende de la JBL 4309, una caja acústica verdaderamente compacta (260 milímetros de anchura por 420 de altura y 228’6 de profundidad) que, sin embargo, se beneficia de algunas de la soluciones de ingeniería más reputadas de uno de los grandes nombres del audio estadounidense. “Grandes” y, además, tanto en la faceta doméstica como profesional, lo que permite a muchas propuestas de JBL ser únicas en su especie.
En el caso concreto de la 4309, sorprende un nada usual “mix” de transparencia/definición y garra/impacto que permite reproducir un amplísimo repertorio de grabaciones con una fuerza extraordinaria para un sistema de altavoces de dimensiones tan modestas. En definitiva, un producto que pone lo mejor del espíritu de la división “pro” JBL al alcance de un mayor número de usuarios que literalmente alucinarán con las prestaciones que ofrece.
Monitor de estudio: una estética sonora que continúa fascinando
Situemos antes que nada el texto en su contexto: por regla general, un monitor de estudio es una caja acústica cuya precisión permite al ingeniero de grabación evaluar el fruto de su trabajo, léase desde el habitual proceso de mezcla hasta la edición final del tema musical. Un trabajo que se multiplica por los “cortes” que pueda tener un determinado álbum. En definitiva, puede afirmarse sin exagerar que la música que escuchamos en nuestra casa, mientras nos desplazamos o mientras hacernos deporte, ha sido previamente “avalada” por el equipo que la ha producido utilizando un sistema cuyas cajas acústicas son precisamente los susodichos monitores de estudio. Esto, lógicamente, vale tanto para audio estereofónico como audio multicanal y bandas sonoras cinematográficas, pudiendo ser los monitores de estudio bien cajas acústicas de estantería, bien columnas de dimensiones incluso respetables porque, en este caso, la palabra “monitor” no se utiliza para designar un sistema de altavoces compacto, sino uno que se utiliza para monitorizar el sonido de la grabación efectuada en el estudio.
Lo que acabamos de decir tiene connotaciones muy importantes en términos de producto, porque por pura lógica el ingeniero que realiza el “corte” final de un determinado tema o álbum debe ser capaz de manejar absolutamente toda la información captada por los micrófonos, ya que en caso contrario su labor quedaría seriamente comprometida. De ahí que la cualidad más representativa de estudio sea la definición, es decir, la capacidad para restituir los más mínimos detalles tanto en lo que respecta a precisión tonal como a dinámica e incluso espacialidad, todo ello sin olvidar una curva de respuesta en frecuencia lo más “perfecta” posible. La plena consecución de este objetivo implica disponer de tecnología avanzada en los altavoces, por cuanto se da por supuesto que la escucha debe poder llevarse a cabo a niveles de presión sonora respetables, lo que a su vez exige a tales altavoces ser lo más robustos y fiables posibles a fin de que mantengan intactas sus prestaciones con el paso de los años.
La californiana JBL está reconocida como una de las firmas especializadas en audio que mejor dominan las elevadas exigencias en ingeniería que hay detrás de los sistemas de altavoces utilizados en los estudios de grabación. Un dominio que ha hecho que durante décadas muchos melómanos y audiófilos de todo el mundo hayan preferido tener en sus casas cajas acústicas con ADN “pro” en vez de realizaciones High End al uso.
Un “supermonitor” de estudio de JBL a escala
Hablando en términos estrictos, la JBL 4309 es una versión reducida del monitor de estantería de dos vías 4349 de la legendaria firma estadounidense, que incorpora muchas de las exclusivas tecnologías utilizadas por esta última. Aunque, como decíamos en la presentación del presente Blog, la 4309 tiene unas dimensiones muy compactas, ello no le impide exhibir la capacidad de manejo de potencia, la dinámica y la precisión que han caracterizado a los diseños de JBL desde su fundación en 1946. Diseñada en el mundialmente reputado centro de ingeniería que JBL posee en la localidad californiana de Northridge, la 4309 destaca en primer lugar por incorporar la revolucionaria tecnología HDI (“High Definition Imaging”) para reproducir las zonas media-alta y alta del espectro.
Una tecnología materializada en la combinación de un transductor con cámara de compresión y bocina y que está detrás del extraordinariamente poderoso y preciso sonido de la 4309. El transductor en cuestión es el 2410H-2, íntegramente diseñado y construido por JBL y en el que se utiliza un diafragma de Teonex de 25 mm de diámetro cargado en una bobina con geometría HDI. Por su parte, la reproducción de las zonas media-baja y baja del espectro es confiada a un altavoz electrodinámico de 165 de diámetro cargado en bass-reflex con doble puerto que combina uno de los icónicos conos Pure Pulp de JBL con un chasis de fundición. Una configuración que permite a la pequeña JBL ofrecer un ángulo de cobertura de 100 grados en el plano horizontal por 60 grados en el plano vertical en un rango de frecuencias que abarca desde 2 kHz hasta 17 kHz. Por fuera, la 4309 destaca por utilizar el clásico diseño de los monitores de JBL con su icónico panel frontal de color azul, a la vez que el recinto propiamente dicho está terminado en chapas de madera auténtica de nogal y nogal oscuro y es completado por, respectivamente, una rejilla protectora azul o negra.
Asimismo, la 4309 incluye dos juegos de terminales de conexión de alta calidad bañados en oro para facilitar el bicableado y un potenciómetro para ajustar el nivel de las frecuencias ultra-altas. Otra cualidad de la JBL que no debe ser pasada por alto es su gran versatilidad de instalación, por cuanto las particularidades de su bocina le permiten crear escenas sonoras excepcionalmente creíbles en salas de escucha de dimensiones modestas.
Nervio y resolución con una bella presentación espacial
Probamos las 4309 (montadas, como recomienda JBL, sobre soportes de pie de 60 centímetros de altura) con un amplificador integrado estereofónico/streamer “Hi-Res” I25 Prisma de Primare, un preamplificador de fono R35 de la misma marca y un giradiscos Pro-Ject The Classic EVO equipado con una cápsula de bobina móvil Ortofon Quintet Blue.
En lo que concierne al cableado, In-Akustik en su totalidad. Es importante disponer de una buena reserva de potencia para que los transductores de la JBL se expresen sin cortapisas y puedan dar lo máximo de sí. Y la verdad es que ese “lo máximo de sí” es mucho, como sugieren los puntos de corte a -6 dB -42 Hz y 30.000 Hz- de la curva de repuesta en frecuencia suministrada por el fabricante, como consecuencia de un diseño acústico extremadamente depurado. Impresiona la transparencia de voces e instrumentos con piezas de jazz y formaciones clásicas intimistas, pero también la pegada y la ampulosidad de los graves exhibidos por formaciones de rock sin que en ningún momento la composición inicial se “despeine”. A todo ello contribuye sin ninguna duda la generosa y perfectamente estratificada dispersión aportada por la bocina HDI, que minimiza drásticamente la sensación de “compresión espacial” del sonido al expandir la escena sonora.