Hay que reconocer que Copland mantiene intacta su capacidad para sorprendernos. Es una compañía discreta, sí, que va a su ritmo y en cierta medida un poco apartada de las modas y los cambios trepidantes, a verdes absurdos por precipitados. Pero también es una compañía con una larga trayectoria en el ámbito del audio de alta calidad, y además a la manera escandinava, es decir, proponiendo productos con una honradez intachable y por tanto que siempre tienen algo que aportar.
Y esto es exactamente lo que hace la realización más novedosa de la marca, de nombre CSA 100: un amplificador integrado estereofónico con funcionalidad DAC incorporada, basado en una interesante arquitectura híbrida válvulas/transistores que nos ha impresionado por la transparencia, el equilibrio tonal y el empuje de su sonido, un sonido que además se presenta al oyente con una estratificación espacial digna del mejor High End.
Buscando lo mejor de los mundos “tube” y “solid state”
La perspectiva del tiempo y la experiencia nos permiten afirmar que el renacer de las válvulas de vacío puede asimilarse en buena parte al del disco de vinilo, por cuanto nació de la constatación de que una tecnología que se creía superada –en algunos casos incluso obsoleta- proporcionaba unos resultados subjetivos claramente superiores a los de su sucesora. Así es cómo desde la segunda mitad de la década de los 80/principios de la década de los 90 observamos la paulatina incorporación en el ámbito del High End de nuestro país de marcas como Audio Research, Counterpoint, Marantz, Esoteric o PrimaLuna, por citar algunos nombres particularmente significativos que recordarán los aficionados más veteranos.
Por otro lado, es cierto que el transistor se ha banalizado mucho, puesto que basado en esta tecnología encontramos absolutamente de todo: desde productos de auténtica referencia hasta aparatos poco recomendables. El transistor no es intrínsecamente sinónimo de calidad, mientras que la tecnología de vacío siempre ha mantenido una cierta aureola cualitativa, razón de más que explicaría ese renacimiento al que nos acabamos de referir. Pero la realidad es que ahora mismo hay en el mercado dispositivos de estado sólido y de vacío con unas cualidades extraordinarias, lo que ha hecho posible la puesta a punto de electrónicas 100% a válvulas (la citada Audio Research) y 100% a transistores (D’Agostino) fabulosamente musicales.
Por lógica, más de uno se preguntará “¿y por qué no 50% válvulas y 50% transistores?” No son tales diseños ninguna novedad, pero precisamente la disponibilidad de esos dispositivos activos excepcionales a los que nos acabamos de referir invita a diseñar aparatos híbridos que aprovechen lo mejor de ambos mundos. Así lo ha entendido la sueca Copland, que con su flamante CSA 100 nos propone un amplificador repleto de soluciones tecnológicas harto interesantes.
Preamplificación a válvulas y amplificación de potencia a transistores
Desde hace décadas, Copland es uno de los máximos exponentes del purismo escandinavo aplicado a la reproducción musical de alta calidad, a lo que hay que añadir el nada desdeñable hecho de que desde el principio ha sobresalido por el inteligente uso de válvulas de vacío en la mayoría de sus diseños. Un uso que en compañía de topologías circuitales altamente originales y una cuidadosa selección de componentes ha tenido como resultado unos productos de excepcional relación calidad/precio ampliamente apreciados por audiófilos y críticos especializados de todo el mundo.
Todo ello confluye en el CSA100, un estilizado amplificador integrado estereofónico que busca reunir las ventajas de transistores y a válvulas a través de un enfoque altamente innovador. En concreto, una circuitería de preamplificación basada en un doble triodo - con una etapa de salida transistorizada con realimentación de corriente que le permite entregar 100 vatios continuos por canal sobre 8 ohmios o 180 vatios continuos por canal sobre 4 ohmios. El doble triodo trabaja con una tensión de polarización elevada para maximizar la linealidad (la curva de respuesta en frecuencia del CSA 100 es espectacular ya que sus puntos de corte a -3 dB se sitúan en 10 y 150.000 Hz) y se responsabiliza únicamente de la amplificación de voltaje.
Por su parte, una circuitería equipada con transistores MOSFET proporciona la fuerza bruta necesaria para excitar la salida de la etapa de línea y la circuitería de realimentación, asegurando a la vez un férreo control entre el mundo de las válvulas, gobernadas por tensión, y el de los transistores, gobernados por corriente. Al respecto, los diseñadores del CSA100 señalan que la citada etapa de línea es particularmente adecuada en aplicaciones de monitorización para quienes buscan la calidez, la agradable coloración y la dinámica de algunos diseños antiguos basados en válvulas de vacío, cualidades todas ellas difíciles de encontrar en amplificadores cien por cien a transistores.
Funcionalidad DAC y conectividad generosa para maximizar la versdatilidad
El nuevo Copland también tiene en cuenta a los amantes del vinilo, para lo que incluye una entrada de fono para cápsulas de imán móvil cuya sensibilidad de 2’6 mV abre la puerta al uso de ciertos modelos de bobina móvil de alta salida.
A ello hay que sumar un amplificador de auriculares dedicado con ganancia de 22 dB a 100 ohmios y una funcionalidad DAC basada en uno de los reputados “chips” de conversión D/A con tecnología de 32 bits ES9018 SABRE Reference de la estadounidense ESS Technology, un sofisticado componente con 8 canales monofónicos configurados para la ocasión en 2 estereofónicos con el fin de optimizar las prestaciones sonoras. Asimismo, el CSA100 incorpora un juego de entradas analógicas balanceadas y uno de salidas preamplificadas, mientras que en el ámbito digital incluye un total de cuatro (1 coaxial, 2 ópticas y 1 USB) expandibles opcionalmente a cinco (Bluetooth aptX HD), una dotación realza su condición de centro neurálgico de un sistema estereofónico de altas prestaciones.
Un sonido rebosante de pureza y energía
La considerable potencia que es capaz de entregar el CSA 100 y, sobre todo, el hecho de que su sección de salida funciona a transistores, dan para mucho a la hora de elegir las cajas acústicas asociadas. Finalmente, optamos por las JBL L100 Classic con sus soportes dedicados, completándose el conjunto con un giradiscos Pro-Ject The Classic Evo con cápsula fonocaptora de bobina móvil Sumiko Blue Point Special EVO III (nivel de salida de 2’5 mV) y nuestro tradicional ordenador portátil Apple Mac Pro. En cuanto al cableado, nos decantamos por los nuevos modelos con dieléctrico de aire AIR de la alemana In-Akustik (toda una revelación).
Lo que obtenemos es un sonido cálido y preciso, con una vitalidad y una espaciosidad sobresalientes, que hace honor a la obsesión por la musicalidad que hay detrás de Copland y a la apuesta por el conocimiento profundo de las intimidades de la reproducción sonora que en su momento convirtió a la JBL L100 en un superclásico de la Alta Fidelidad, una apuesta corregida y ampliada en por la JBL L100 Classic. La verdad es que la escucha de este equipo –tanto en analógico como en digital- nos ha impresionado profundamente por la elegancia con que fluye el sonido (gracias en buena parte a una curva tonal absolutamente irreprochable) tanto si se trata de una pieza de jazz vocal como del preludio de una ópera o una composición rockera de alto voltaje.