Además, para que las cosas se compliquen todavía un poco más nos encontramos con que la modelización eléctrica de la unión entre dos componentes hace que el cable ideal prácticamente no exista, de modo que hay que probar y probar –diseñar el cable idóneo para cada unión, que dependería de las características eléctricas de los elementos a unir y de la longitud y la composición de la propia línea de unión, costaría una fortuna porque habría que hacerlo todo a medida- hasta dar con el modelo ideal para cada caso.
Afortunadamente, la industria ha conseguido crear una serie de diseños que ofrecen unos resultados razonablemente positivos con la mayoría de uniones.
Aún así, que nadie se llame a engaño: lo más probable es que el sistema que uno construya nunca funcione al cien por cien de sus posibilidades por la simple y penosa razón de que en la inmensa mayoría de casos –incluso en los conjuntos más opulentos y caros- la interfaz cable/componentes no estará optimizada.
Pero si bien la perfección no existe, quienes creen que es posible acercarse un poco más a la misma analizando de forma minuciosa las cualidades y el comportamiento de los diferentes elementos implicados en la construcción de un cable logran a veces progresos espectaculares.
Este es el caso de los cables de la firma italiana Yter, especialmente pensados para aplicaciones de audio y creados por el recientemente desaparecido Franco Serblin durante el diseño de las exclusivas cajas acústicas Sonus faber Stradivari Homage como respuesta a los desafíos planteados por un proceso en el que se tenían que considerar las condiciones de trabajo más exigentes posibles.
Tal y como afirmó el propio Serblin en su momento, “Durante el desarrollo de mi proyecto más comprometido, la pantalla acústica Stradivari Homage, sentí la necesidad de utilizar un conductor para el cableado interno que no fuese otro producto derivado de la industria de las telecomunicaciones con soluciones basadas en la teoría de radiofrecuencias sino una solución que consistiera en el uso de un material cuyas propiedades hubieran sido diseñadas para manejar grandes bandas pasantes y potencias elevadas.”
De ahí emergió un nuevo conductor basado en términos conceptuales y estructurales que respondía a la siguiente premisa: que la transferencia de la señal desde el amplificador a la caja acústica, en particular cuando el nivel de aquélla es particularmente bajo, dependa más de la estructura física del metal que del valor absoluta de la conductividad en el cable.
Para materializar su idea, Franco Serblin contó con la colaboración de Laboratorium, una empresa que se encargó de llevar a cabo la totalidad de procesos implicados en el proyecto.
El primer paso fue la fusión de plata y paladio para crear una aleación exclusiva que a continuación era extrusionada en frío en un baño de agua para formar un conductor de geometría gaussiana equilibrado electrostáticamente.